By gestionsigwebNoticias
En Santiago debuta primera norma para sacar los cables que no funcionan
Sólo en tendido eléctrico hay más de 23 mil kilómetros de redes en Santiago… apenas un 12,5% es subterráneo. ¡Por fin una ciudad sin claves en las calles!
Sólo en tendido eléctrico hay más de 23 mil kilómetros de redes en Santiago… apenas un 12,5% es subterráneo. Algunos municipios pagan hasta $3 millones por cada metro de cable que entierran.
Proyecto de ley: De exigencia… a incentivo
Un giro -de exigencia a incentivo- es el que la sala del Senado le intenta dar al proyecto de ley que obliga a soterrar las redes eléctricas y de comunicaciones de todas las ciudades con más de 50 mil habitantes, proyecto que fue aprobado en marzo en la Comisión de Vivienda del Senado.
Este miércoles la sala le pidió a esa comisión, y a la de Minería y Energía, que emitan un informe conjunto para extender el plazo de dos años que establece el proyecto para que todas las compañías entierren sus redes… de lo contrario, dice la iniciativa, deberán pagar anualmente una multa que va de las 1.000 UTM a las 5.000 UTM ($39.570.000 hasta 197.850.000).
“Tenemos un acuerdo de reformular el proyecto para buscar plazos mayores y así hacer el cambio de forma inteligente, sin que tenga un impacto negativo sobre las tarifas que las empresas cobran a los usuarios”, dice el autor del proyecto, senador Juan Pablo Letelier (PS).
Y adelanta que el plazo podría extenderse “a 5, 10 ó 20 años… Lo importante aquí es definir los criterios y los incentivos para lograr tener un sistema de acuerdo con el siglo XXI porque los que tenemos ahora es del siglo XX”.
Agrega: “Tenemos un conflicto de prioridad en las ciudades porque a algunos les parece más importante dejar los árboles mochos y sin ramas para permitir que toda esta maraña de cables pase por ese mismo lugar”.
Según el senador “entre un 30% y un 40% de los cables que cuelgan de los postes hoy están en desuso y las compañías no se hacen cargo de ese problema”.
Una ciudad sin cables en las calles.
Eso es lo que busca el Gobierno para Santiago, por lo que la Subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel) en mayo dictó una circular que establece que las redes en desuso son “escombros cuyo retiro podrá ser ordenado (por los municipios) a costa de la concesionaria”.
Maipú fue la primera comuna en hacerlo.
Hace sólo pocos días, “debido a nuestra insistencia y al apoyo de la Seremi de Transportes, logramos que en el casco histórico de Maipú se retirarán 25 toneladas de cables en desuso. Todo fue costeado por las propias compañías”, cuenta el alcalde, Alberto Undurraga.
Pero eso no es todo. La encargada de la Unidad de Gestión Territorial de la Subtel, Katherine Martorell, anuncia que en septiembre la Intendencia Metropolitana y la Seremi de Transportes iniciarán un plan para que todas las compañías de comunicaciones retiren los miles de kilómetros de “cables-basuras” que si bien cuelgan de los postes, están en desuso.
El programa será el paso previo de un proyecto más ambicioso: soterrar el mayor número de conexiones eléctricas y de comunicaciones que hoy van por el aire ensuciando el espacio público, para lo cual se tramita un proyecto de ley en el Congreso.
En las próximas semanas, dijo, se definirán las comunas que iniciarán el plan de septiembre y se citará a las empresas de comunicaciones para realizar las primeras reuniones.
No es atractivo ni para los ladrones de cobre
Aunque no existe un catastro detallado de cuántos son los kilómetros de cable instalados entre los postes, la Superintendencia de Electricidad y Combustible (SEC) detalla que sólo en tendido eléctrico, en Santiago existen más de 23 mil kilómetros de redes (6 veces un viaje en línea recta de Arica a Punta Arenas). De ellos, 2.904 kilómetros (12,5%) son subterráneos.
Sin embargo, nada hay del aporte que hacen a este tema las empresas de telefonía y cable.
Pese al consenso entre expertos, autoridades y clientes de la contaminación visual que provocan, soterrar los cables debe sortear dos problemas: su elevado costo y la falta de un marco legal que obligue a las empresas a hacerlo.
“Estamos viviendo un fenómeno muy nocivo porque a las empresas de telecomunicaciones les sale más barato dejar puesto el cable sin uso, que retirarlo. Incluso muchas instalan uno con mejor tecnología y dejan ahí mismo el cable antiguo”, explica el decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad del Desarrollo, Pablo Allard.
Incluso -dice- como estos tendidos tienen tan poco cobre, “ni siquiera a los ladrones les resulta atractivo llevárselos y ahí se empiezan a acumular “.
La cuenta de la luz se duplicaría
Según Chilectra, soterrar todos los cables de las principales ciudades del país costaría unos US$ 35 mil millones.
El gerente de regulación de la empresa que opera en Santiago, Guillermo Pérez del Río, explica que poner un cable bajo tierra cuesta 7 veces más que colocar uno colgando de un poste . “El costo siempre se va a traspasar a los usuarios y las cuentas de luz más que se duplicarían. Hoy el kw cuesta $85, pero implementar la idea lo elevaría hasta $190 “, advierte.
Más complejo todavía, asegura, es trasladar lo que está en el aire bajo tierra “porque habría que poner dos conductos, uno por cada vereda, ya que por requerimientos técnicos el tendido eléctrico y el de comunicaciones deben ir separados”.
Parte de esos costos ya la han experimentado algunas comunas que gozan de paisajes limpios.
Vitacura y Las Condes son las pioneras.
En la primera, el administrador municipal Alejandro Jahn cuenta que -en promedio- pagan $1 millón y medio por soterrar cada metro de cableado aéreo. Ya lograron que avenida Vitacura (entre Américo Vespucio y Alonso de Córdova) y avenida Centenario (que bordea el río Mapocho) estén completamente limpias y ya hay otras avenidas en sus planes.
“Próximamente haremos lo mismo en Jerónimo de Alderete entre Vitacura y Kennedy. Son 800 metros lineales a un costo de $1.250 millones”, adelanta.
Luego reclama: “Aquí hay un tema monopólico. Usted va donde Chilectra, que es la dueña de los postes y les dice: queremos soterrar. Ellos responden que no tienen problemas, pero que los contratistas y la operación la hacen ellos, no permiten que el trabajo lo haga otro contratista”.
Incentivos para las empresas
En Las Condes, dice el alcalde Francisco de la Maza, el costo de enterrar los cables es mayor: $3 millones por kilómetro. “La municipalidad ha hecho un tremendo esfuerzo en lugares como Apoquindo, El Bosque Norte o la parte de avenida Vitacura en torno al monumento a Jaime Guzmán. Tenemos planificado hacerlo también en Rosario Norte y Paseo Tajamar”, dice.
Y han ido más allá. Por ejemplo, exigen que nuevas urbanizaciones tengan todas sus instalaciones bajo tierra, mientras que en aquellos sitios ya urbanizados, “tenemos un mecanismo de incentivos en que si una empresa que está construyendo un edificio soterra los cables que pasan por su frontis, los habilitamos para construir un 10% más de la superficie que había solicitado . Si quería tener mil metros cuadrados de edificio, puede tener mil 100 metros cuadrados”.
Hasta 16 puntos de contacto por poste
La otra posibilidad es preocuparse de que los miles de postes que existen en la capital no acumulen “cables-basura”. Pero tampoco resulta fácil, ya que no hay un marco legal que obligue a las compañías a retirarlos cuando los deja de usar.
Según la SEC, el decreto que regula la instalación de cables distintos a los de mediana tensión en los postes eléctricos establece como límite “el coeficiente de ruptura” del poste, es decir, el peso que cada poste puede resistir antes de romperse.
Sin embargo, en la práctica Chilectra acepta hasta 16 puntos de contacto (de otros servicios) por cada poste. Cada punto de contacto le reporta 0,1 UF anuales ($2.255), una suerte de arriendo normado por la SEC.
Es precisamente el bajo costo que deben pagar las empresas, lo que hace que los cables se superpongan sin control.
Por ello, algunos municipios como Vitacura y Las Condes no sólo han empezado a establecer ordenanzas, sino también a contratar personal especializado para contactar a las compañías de telecomunicaciones para iniciar el trabajo de “limpieza de la basura de las redes”.
por: Patricio Pino M./La Segunda