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Ago 16

Protocolo de Enfermedades Respiratorias

La llegada del invierno implica también la llegada de virus que suelen ser epidémicos. Las enfermedades respiratorias son las más comunes y entre ellas, la más frecuente es el resfrío. Esto no sucede porque sea directamente el frío que enferme a las personas, sino porque los mecanismos de defensa de la nariz y boca están más vulnerables, por lo que es mucho más fácil que un virus tenga la oportunidad de colonizar en nuestro cuerpo. Además, en invierno solemos estar en espacios cerrados y poco ventilados, lo que genera una mayor circulación de virus.

Pero el virus que resfría a un niño o niña grande o a un adulto, puede ser mucho más grave en un niño/a pequeño/a, que no tiene la misma inmunidad que los adultos, por lo que un simple resfrío puede pasar a bronquitis, neumonía o laringitis cuando el adulto o el hermano/a mayor presenta un simple resfriado.

El año pasado y este año tenemos una importante campaña de vacunación que contribuye a disminuir la presencia de influenza, pero los virus son oportunistas, y capaces de competir unos con otros por los mismos individuos. Este año predomina el virus respiratorio sincicial. Muchas veces los virus que circulan no son los mismos para los que nos vacunamos, pero el Ministerio de Salud elige aquellas enfermedades más graves para vacunar a la población y las vacunas que están disponibles.

En este escenario, no existe ningún remedio milagroso que logre subir las defensas. Sí es muy importante que niños y niñas tengan una nutrición óptima para enfrentar una enfermedad respiratoria. La vacunación, cuando existe, hace que los síntomas sean más leves y los riesgos de complicaciones graves sean menores.

Prevención

Está demostrado que la lactancia materna protege de las infecciones respiratorias y ayuda al correcto desarrollo del sistema inmunológico, lo que otorga protección a largo plazo. Según investigaciones, reduce el riesgo de otitis media, una complicación muy frecuente de los resfríos; reduce significativamente el riesgo de hospitalización cuando el niño o niña tiene una neumonía y hace que los resfríos sean mucho más leves y cortos.

¿Cómo prevenir? A diferencia de lo que muchas personas creen, más que el frío o la contaminación, es la transmisión de virus el factor más importante para que un niño o niña se enferme. Por eso, la primera medida es protegerse del contacto con personas infectadas.

Pero lamentablemente los síntomas tardan en aparecer. Por ello lo ideal es tratar de evitar aglomeraciones, evitar llevar a los niños/as al mall, cine u otros espacios públicos que operan como “caldos de cultivo”. También contribuye a la prevención lavar las manos de los niños/as y de uno en forma frecuente, enseñarle a los adultos y niños/as que cuando estornuden se tapen la nariz y la boca ocupando el codo y no las manos, y pedir a las personas que están enfermas que ojalá no visiten hogares donde hay niños/as pequeños/as.

Muchas mamás y papás temen enviar a sus hijos e hijas a los jardines infantiles y salas cunas, pero muchas veces no existe otra alternativa. Por ello es importante que estos establecimientos traten de educar a mamás y papás para que en lo posible no lleven a sus hijos/as enfermos, así como también tomen algunas medidas de higiene, como la limpieza frecuente de juguetes, y evitar el uso de aquellos de difícil limpieza o que acumulan virus y bacterias, como los peluches.

Vacunas

Estando en un espacio común uno puede reducir un poco el riesgo de contagio, pero éste siempre va a existir. Es por eso que la vacunación resulta una buena medida de prevención. Hay dos grandes tipos de vacunas: las que evitan que uno se enferme y las que hacen que los síntomas sean más leves.

Hay gente que dice “me vacuné contra la peste cristal, pero igual me dio”. La vacuna no evita que dé peste cristal, pero hace que los síntomas sean más leves y no exista riesgo de meningitis o neumonía por peste cristal, que son complicaciones graves. O dicen “¿Por qué si recibí la vacuna contra la influenza este año me resfrié? Y es porque la influenza no es un resfrío, es un virus totalmente distinto.

Existen muchos mitos en torno a las vacunas. El último tiempo ha habido rumores que las vacunas podrían causar autismo, pero no se ha podido demostrar una relación entre ambos factores. El Ministerio de Salud chileno es bastante riguroso en introducir vacunas que tienen respaldo internacional y han sido probadas en otros lugares.

¿Ya se enfermó?

Tanto en padres y madres como a nivel médico suele haber una sobreutilización de antibióticos, por la natural preocupación de que no existan más complicaciones. Pero es importante saber que la mayoría de las infecciones respiratorias de los niños y niñas son virales, y los virus no se mueren con los antibióticos. Hoy se sabe que, incluso si uno deja en libre evolución muchas enfermedades bacterianas, se mejoran igual.

A veces un antibiótico incluso perjudica la evolución del niño/a, porque no es capaz de discriminar entre bacterias malas y las buenas, que protegen contra la enfermedad. Por lo tanto, puede que incluso una bacteria “mala” se vea en una posición de poder proliferar más si uno sobre medica al niño/a, y se va generando resistencia a los antibióticos o infecciones secundarias a la baja de defensas.

Por ello, cuando se presenta un resfrío, primero es importante diferenciar si se trata de una infección bacteriana o viral. El primer signo de alerta es que el niño/a comience con fiebre, dificultad respiratoria o dolor de oídos después de algunos días de haber comenzado el cuadro, porque generalmente cuando es un cuadro viral, la fiebre y el resfrío parten juntos, o el resfrío parte sin fiebre. También otro signo de alerta es una fiebre que comienza con los síntomas respiratorios, pero que se mantiene más de 72 horas.

Lo importante es que cuando la familia tenga sospecha de infección bacteriana vaya al médico y no use la automedicación, porque hay muchos tipos de antibióticos y no todos sirven para la misma función. Y ojalá el médico conozca al niño/a para que no lo vaya a sobre medicar.

Rol del padre

Cada día los padres están participando más de las consultas médicas, llegan más informados y se ven más empoderados en su rol. No es infrecuente que un papá llegue solo a consultar con sus hijos/as. Como profesionales, es muy importante fortalecer esta tendencia y no excluir a los padres. Culturalmente estamos acostumbrados a que la madre sea el cuidador principal, entonces le preguntamos las cosas del niño/a mirando a la madre, mientras el papá está lejos, en un rol de acompañante.

Preguntar activamente cuando el papá no se incorpora, hacerlo partícipe, preguntar qué preocupaciones tiene, así como al niño o niña cuando es capaz de expresar su opinión, es importante. De esa manera contribuimos, finalmente, al involucramiento de la familia en la prevención y superación de la enfermedad.

Cuando un niño/a se enferma suele haber una pérdida del equilibrio familiar y un estrés muy grande que muchas veces carga en mayor medida la mamá, que tiende a quedarse más al cuidado de los hijos/as por razones culturales y sociales. Un solo adulto no puede dar abasto con todo eso, y qué mejor que el papá para compartir ese rol.

Pero además se ha visto que cuando los niños/as se hospitalizan por causas respiratorias u otras causas, el que los padres estén presentes hace que el niño/a se mejore antes, y en ese sentido se está haciendo un gran esfuerzo para que los padres se puedan quedar por las noches acompañando a sus niños/as.

Descargas

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